lunes, 22 de octubre de 2012


TEMA 5: MOVIMIENTO Y PERCEPCIÓN DEL ESPACIO

La arquitectura nos da, además de espacios de dos dimensiones –superficies que actúan como límites- espacios de tres dimensiones capaces de contener a las personas. La arquitectura opera directamente con el espacio, lo utiliza como un material y coloca a la persona en su centro.
El espacio actúa sobre nosotros. Una gran parte del placer que recibimos de la arquitectura surge en la percepción del espacio.
También, desde un punto de vista utilitario, el espacio es lógicamente nuestro fin.
Delimitar un espacio es la finalidad del construir. Lo que hacemos al proyectar es determinar una cantidad adecuada y conveniente de espacio, cerrarlo y protegerlo. Toda la arquitectura surge de esta necesidad.
Pero estéticamente el espacio tiene una importancia aún mayor: el arquitecto lo modela como un escultor la arcilla, intentando suscitar un determinado estado de ánimo en quienes entran en él. Para ello recurre al movimiento. Instintivamente nos adaptamos a los espacios en que estamos, nos proyectamos en ellos, los llenamos idealmente con nuestros movimientos.
En el valor espacial de la arquitectura influyen, además, múltiples consideraciones: la luz, el color, la expectación al pasar de uno a otro ámbito, el carácter de las líneas dominantes,…
La única cosa que puede ayudar al arquitecto es su capacidad para imaginar cuáles son los valores espaciales resultantes de las complejas condiciones de cada caso particular. Este valor espacial, que se dirige a nuestro sentido del movimiento, tendrá una importancia primordial en la belleza del edificio.


                       Geoffrey Scott. “La arquitectura del humanismo”. 1914

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