PUERTAS,
VENTANAS Y ESPACIOS DE TRANSICIÓN
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Las puertas que unen unas habitaciones con otras, o las aíslan entre sí, o
conectan el exterior con el interior, influyen de manera determinante en la
comprensión de la casa y sus usos.
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Cada puerta implica un camino, requiere una acción y, o bien nos cierra el paso
a todo un sector de la vida doméstica, o bien abre un determinado ámbito a la
vista, el oído, el olfato, y, a veces, al exterior.
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Las habitaciones contiguas pueden unirse de muchas maneras. Las puertas
correderas las abrirán libremente, conectando una a otra. Las abatibles convencionales,
controladamente dispuestas, mostrarán sus diferencias y determinarán con
precisión los caminos entre ellas.
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Siempre enmarcan la visión del espacio de las habitaciones, suponen su
descubrimiento.
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Las puertas que permanecen abiertas o cerradas son señales que invitan a la sociabilidad o indican la
necesidad de estar aislado.
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La luz natural, que cambia a cada hora durante todo el día y varía con el tiempo
y la estación, es la que da vida a una habitación. La luz artificial es solo un
complemento necesario y necesariamente limitado.
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Las ventanas sirven para algo más que para que la luz y el aire penetren por
ellas, aunque ambas sean sus funciones esenciales. El modo en que se coloquen
en un muro afecta a nuestra comprensión de toda la casa.
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Confirman y contribuyen a dar sentido al orden establecido en la disposición de
la casa o le ponen en cuestión y lo
niegan.
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Las ventanas tienen una gran incidencia por su forma o por su posición, tanto
en la manera de usarse como en lo que éstas pueden decir. Marcan la transición
entre e interior exterior y establecen los límites de la casa.
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Los ámbitos intermedios entre interior y exterior, así como entre zonas de la
propia casa, proporcionan experiencias enriquecedoras, más allá de la estricta
funcionalidad.
Charles Moore / Gerald Allen / Donlyn
Lyndon: “La casa: forma y diseño” (1976)
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