MATERIALIDAD
Y CONSISTENCIA
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La arquitectura antigua era, sobre todo, una arquitectura masiva, construida
con materiales consistentes y macizos. Los espacios parecían surgir de la
excavación de la masa sólida. El edificio estaba caracterizado por su gran
densidad material.
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La arquitectura moderna llevó a cabo la desmaterialización del edificio, al
proclamar la diafanidad y continuidad del espacio, un espacio que fluía sin
obstáculos interiormente y entre el interior y el exterior, o que era contenido
por una envolvente sin espesor, por un volumen sin masa en el que la pesantez y
la opacidad habían sido sustituidas por la liviandad y la transparencia. El
vacío, el aire, había sustituido a la masa.
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Desde mediados de los cincuenta, dos arquitectos, aún dentro de los principios
de la modernidad, establecen estrategias que buscan recuperar la consistencia
formal: Stirling y Kahn.
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James Stirling transformando la caja de cristal al tallar los volúmenes y sus
espacios como si de un cristal de roca se tratara, dotándoles de una condición
de sólidos que permitían su composición autónoma.
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Louis Kahn con sus conceptos de “piedras huecas”, inventando la estructura
hueca -la estructura que contiene espacio-, y de espacios servidores con
distintas utilidades de uso y servicios. “Construir con huecos, utilizar
elementos huecos, cosas que no tienen peso, que tienen fuerza pero no peso”,
decía Le Ricolais.
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En las dos últimas décadas aparecen, en muy diversos proyectos de Rem Koolhaas,
Toyo Ito, Herzog & de Meuron y otros arquitectos, una atracción por los
estados de la materia inestables, la búsqueda de una consistencia propia del
estado líquido. Esto les confiere una materialidad fluida, una consistencia
incierta que, a la vez, es en gran medida responsable de su inquietante
atractivo.
Juan Antonio Cortés, “Nueva Consistencia” (2003)
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